Traigo el río revuelto 1.
Las ideas.
"Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos." -Gandalf (J. R. R. Tolkien)
Me gustaría decirte: No te prestes sin saberlo a la violencia
del mundo.
De momento no existe en el
universo de los hombres algo más poderoso que “Las ideas”. Si se trata de potencia,
energía y durabilidad, no hay fenómeno natural que pueda igualarse al impacto
de éstas en nuestra vida, llegando a ser las máximas responsables de todo lo
que somos. Religiones, revoluciones, morales, costumbres, lo demuestran con
creces. Somos consecuencia de diversos pensamientos colectivos que erosionan y
deciden la trama de esta novela, en la que sin duda alguna, tiene más voz y
voto la moda que la fotosíntesis, los prejuicios que las mareas, un chisme que
el proceso de génesis de una gota de rocío. Nuestra realidad humana está
construida y moldeada segundo a segundo por ideas, y éstas resultan mucho más determinantes
que erupciones volcánicas, nevadas o maremotos. Habitamos una idea. Somos las
ideas.
Esto nos lleva a la vital importancia del “qué
se piensa” y el “qué se dice”. En cierta medida, cada uno de nosotros es
responsable de la realidad en que vivimos no sólo por lo que hacemos, sino también
por lo que pensamos. Lo que se difunde en las grandes avenidas de lo subjetivo
no se esfuma en el aire, hablamos de una materia inasible, creadora e
independiente, el invisible brazo objetivo de un escultor comunal que a
cincelazos va decidiendo dónde poner la etiqueta de lo bueno y de lo malo. Somos
y vivimos dentro de una singularidad determinada no sólo por las leyes del
mundo físico, sino también por la fuerza del pensamiento. Somos, hasta cierto
punto, lo que tú piensas. El Hombre cultiva, inventa, repite, canta, impone, propaga,
fortalece, consume y se alimenta de ideas; para luego vivir, matar, destruir o
elevarse por ellas. Nuestro pensar es el combustible de la gran maquinaria que
decide cuándo y dónde fundar renacimientos o inquisiciones, arte o genocidio.
Salvo muy contadas excepciones,
el ser humano necesita desesperadamente pertenecer a un gremio ideológico.
Vestir el uniforme de alguna doctrina que lo aleje de lo molesto que le resultan
las dudas y la soledad. Ahora bien, si combinamos en la misma ecuación esta
necesidad de credos con la facilidad de cierto sector para inventarlos -generalmente
en beneficio propio-, y además sumamos el desarrollo tecnológico alcanzado en
nuestros días para difundir la información, descubrimos un fenómeno muy peligroso: Estamos armando el futuro a través de las
redes sociales a una velocidad nunca vista, difundiendo en el pestañear de un
clic: causas, dogmas, revoluciones; y la inmensa mayoría lo está haciendo de
manera irresponsable, buscando la risa y el aplauso, buscando seguidores, buscando pertenencia,
buscando convivir. Te digo: No te prestes sin quererlo a la violencia del mundo.
Las ideas son poderosas y deciden
la realidad de los hombres. Por ende, es muy importante atender y revisar lo
que pensamos y difundimos; más en estos tiempos donde con la facilidad de un
retuit estamos decidiendo la vida. Con un teléfono en la mano, el hombre de hoy
a cada minuto está propagando idearios, agremiando personas, decidiendo
empresas, provocando, exhibiendo, influyendo, soliviantando, educando,
subvirtiendo o anestesiando a los otros. El tránsito de ideas en las redes
sociales no es algo para tomar a la ligera, y deberíamos obligarnos a revisar con sumo
cuidado, cualquier idea violenta antes de promoverla. El pensamiento violento
de cualquier tipo, ya sea político, sexual o futbolero, es un veneno no
degradable: se va por ahí reptando sigiloso, buscando tierra fértil dónde
cosechar al fin el brazo que blanda la espada, el dedo que apriete el gatillo.
Nunca es tarde para revisar a quienes tenemos de ídolos y héroes en nuestro
retablo personal, ese retablo que siempre es la fuente de todos nuestros principios
y valores. No te prestes sin pensarlo a
la violencia del mundo.
Vivo convencido de que personajes
como Edison, Francisco de Asís, Salgari, Vivaldi, Newton, Magritte, Lao Tsé,
Bretón, entre muchos otros, han hecho más por mí que cualquiera de los hombres
de fusil en ristre que tanto abundan en la historia. Celebro profundamente a
los grandes creadores de la humanidad, y sé que nadie con una bomba molotov en
la mano ha construido nada, nunca. Festejo sobremanera esta ventana donde nos
encontramos, esta autopista de Fórmula Uno que hoy tenemos en el ciberespacio para
comunicarnos cuando queramos, este internet y esta computadora que existen
gracias a hombres que no andaban por ahí matando a nadie.
Repito, hoy es de vital
importancia revisar más de dos veces qué pensamiento violento impulsamos en las
redes. Y si eres de los que viven felices y orgullosos de sus víctimas y sus
balas, de los que gustan salir a la calle con un palo en la mano y tirar
piedras contra otros, si eres de los que sienten que nacieron fuera de época y
añoran las guerrillas y las cruzadas; si tú eres de los que cree que el fin
justifica los medios, no te disgustes conmigo, no quiero convencerte, son
palabras en la red, no es más que un pensamiento al aire; es sólo una idea.