domingo, 27 de octubre de 2013

Traigo el río revuelto 1.
Las ideas.

"Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos." -Gandalf (J. R. R. Tolkien)

Me gustaría decirte: No te prestes sin saberlo a la violencia del mundo.

De momento no existe en el universo de los hombres algo más poderoso que “Las ideas”.  Si se trata de potencia, energía y durabilidad, no hay fenómeno natural que pueda igualarse al impacto de éstas en nuestra vida, llegando a ser las máximas responsables de todo lo que somos. Religiones, revoluciones, morales, costumbres, lo demuestran con creces. Somos consecuencia de diversos pensamientos colectivos que erosionan y deciden la trama de esta novela, en la que sin duda alguna, tiene más voz y voto la moda que la fotosíntesis, los prejuicios que las mareas, un chisme que el proceso de génesis de una gota de rocío. Nuestra realidad humana está construida y moldeada segundo a segundo por ideas, y éstas resultan mucho más determinantes que erupciones volcánicas, nevadas o maremotos. Habitamos una idea. Somos las ideas.

Esto nos lleva a la vital importancia del “qué se piensa” y el “qué se dice”. En cierta medida, cada uno de nosotros es responsable de la realidad en que vivimos no sólo por lo que hacemos, sino también por lo que pensamos. Lo que se difunde en las grandes avenidas de lo subjetivo no se esfuma en el aire, hablamos de una materia inasible, creadora e independiente, el invisible brazo objetivo de un escultor comunal que a cincelazos va decidiendo dónde poner la etiqueta de lo bueno y de lo malo. Somos y vivimos dentro de una singularidad determinada no sólo por las leyes del mundo físico, sino también por la fuerza del pensamiento. Somos, hasta cierto punto, lo que tú piensas. El Hombre cultiva, inventa, repite, canta, impone, propaga, fortalece, consume y se alimenta de ideas; para luego vivir, matar, destruir o elevarse por ellas. Nuestro pensar es el combustible de la gran maquinaria que decide cuándo y dónde fundar renacimientos o inquisiciones, arte o genocidio.

Salvo muy contadas excepciones, el ser humano necesita desesperadamente pertenecer a un gremio ideológico. Vestir el uniforme de alguna doctrina que lo aleje de lo molesto que le resultan las dudas y la soledad. Ahora bien, si combinamos en la misma ecuación esta necesidad de credos con la facilidad de cierto sector para inventarlos -generalmente en beneficio propio-, y además sumamos el desarrollo tecnológico alcanzado en nuestros días para difundir la información, descubrimos un fenómeno muy peligroso:  Estamos armando el futuro a través de las redes sociales a una velocidad nunca vista, difundiendo en el pestañear de un clic: causas, dogmas, revoluciones; y la inmensa mayoría lo está haciendo de manera irresponsable, buscando la risa y el aplauso,  buscando seguidores, buscando pertenencia, buscando convivir. Te digo: No te prestes sin quererlo a la violencia del mundo.

Las ideas son poderosas y deciden la realidad de los hombres. Por ende, es muy importante atender y revisar lo que pensamos y difundimos; más en estos tiempos donde con la facilidad de un retuit estamos decidiendo la vida. Con un teléfono en la mano, el hombre de hoy a cada minuto está propagando idearios, agremiando personas, decidiendo empresas, provocando, exhibiendo, influyendo, soliviantando, educando, subvirtiendo o anestesiando a los otros. El tránsito de ideas en las redes sociales no es algo para tomar a la ligera, y  deberíamos obligarnos a revisar con sumo cuidado, cualquier idea violenta antes de promoverla. El pensamiento violento de cualquier tipo, ya sea político, sexual o futbolero, es un veneno no degradable: se va por ahí reptando sigiloso, buscando tierra fértil dónde cosechar al fin el brazo que blanda la espada, el dedo que apriete el gatillo. Nunca es tarde para revisar a quienes tenemos de ídolos y héroes en nuestro retablo personal, ese retablo que siempre es la fuente de todos nuestros principios y valores. No te prestes sin pensarlo a la violencia del mundo.

Vivo convencido de que personajes como Edison, Francisco de Asís, Salgari, Vivaldi, Newton, Magritte, Lao Tsé, Bretón, entre muchos otros, han hecho más por mí que cualquiera de los hombres de fusil en ristre que tanto abundan en la historia. Celebro profundamente a los grandes creadores de la humanidad, y sé que nadie con una bomba molotov en la mano ha construido nada, nunca. Festejo sobremanera esta ventana donde nos encontramos, esta autopista de Fórmula Uno que hoy tenemos en el ciberespacio para comunicarnos cuando queramos, este internet y esta computadora que existen gracias a hombres que no andaban por ahí matando a nadie.

Repito, hoy es de vital importancia revisar más de dos veces qué pensamiento violento impulsamos en las redes. Y si eres de los que viven felices y orgullosos de sus víctimas y sus balas, de los que gustan salir a la calle con un palo en la mano y tirar piedras contra otros, si eres de los que sienten que nacieron fuera de época y añoran las guerrillas y las cruzadas; si tú eres de los que cree que el fin justifica los medios, no te disgustes conmigo, no quiero convencerte, son palabras en la red, no es más que un pensamiento al aire; es sólo una idea.